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Devorarse de manera antropofagica los mitos. El canon. La historia. Con desparpajo, con inocencia, sin inocencia, con crudeza, con certezas, con in certezas. Con el apasionamiento de los cuerpos que se resisten a dejar de ser jovenes.
La historia toda, pero sobre todo este gran invento moderno de la Nación, se construyó a fuerza de mitos. De un canon que iba forjando los cuerpos sociales políticos sensibles de quienes seríamos parte. Ya sabemos que la homogeneidad es la base del control sobre los otros.
Entonces, romper el canon para no ser repetición, para seguir pensando la política también como territorio de la pasión. Es decir, de lo inacabado, de lo imperfecto, de esa fuerza que es búsqueda que no se conforma, que no fetichiza. Que devora.